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Un español en Leeds - Septiembre 06 / Febrero07

9/ 23 / 06 Viaje y primer día en Leeds

9/ 23 / 06  Viaje y primer día en Leeds

Es mediodía, salgo de mi casa con las maletas y ya no hay vuelta atrás. Mis padres y yo vamos al aeropuerto de Alicante y a mitad de camino llama mi hermano Juan, avisa de que me he dejado una mochila. No podemos volver, sin problema, Juan viene en el coche a acercarla. Llegamos, entramos, y en la ventanilla de Jet2 veo a Bárbara, una chica de Ciudad Real que vio un anuncio que publiqué en el foro de erasmusworld.com y se puso en contacto conmigo para viajar en el mismo avión. Ella va a estudiar filología inglesa a la Universidad de Leeds. Nos saludamos e intercambiamos alguna palabra, además de simpática como comprobé por teléfono es guapa.

Mis padres van a facturar y salgo a fumarme el último cigarro antes del viaje. Llega mi hermano con la mochila, la deja, me pide un cigarro y se marcha. Entro y la cola de gente como la espera es larga, ya que la máquina se estropea. Cuando llegamos y pesan las maletas la encargada dice que pasa 14 kilos del peso permitido. Hay que pagar ocho euros por cada kilo, la chica se porta y perdona cuatro. Casi no da tiempo a comer, un bocadillo de chorizo y un botellín de agua. Apenas acabo y ya voy a pasar el control de seguridad. Me despido de mis padres de un modo inconsciente, aún no he asimilado a donde voy.

Con el equipaje de mano busco la puerta de embarque y veo a Bárbara desconcertada al fondo. Estaba tensa e intenté relajarla, pero en el fondo yo estaba tanto o más nervioso que ella. Todos son ingleses, no viaja ningún español en el avión. Cuando vamos a entrar nos miramos, pensamos y nos decimos: ¿Y si nos volvemos?.

Ya estamos en el avión, me pedí ventanilla y ella está dos filas más atrás en pasillo. A mi derecha tengo una pareja de ingleses, el hombre lee el Daily Times y ella un libro, We need talk about Kevin, de Lionel Shriver. El avión despega y en poco tiempo se deja de ver la costa, el cielo está nublado.

En Leeds es una hora menos y efectivamente el avión no lleva retraso como pensaba. Intento dormir pero no puedo, las locuciones de información en el vuelo no me dejan, casi no las entiendo. Me pongo los cascos del mp3, suena Living in London de Second, intento escuchar música y no puedo. En poco más de una hora ya hemos llegado, son las seis de la tarde aproximadamente. Al salir del avión tenemos que montar en un autobús que nos lleva a la zona de pasajeros. Recogemos las maletas y nos perdemos, en poco tiempo encontramos la salida y ahí estamos, los dos en la puerta del aeropuerto de Bradford. Mientras charlamos un rato decidimos coger el mismo taxi. Prácticamente nos va a costar lo mismo aunque ella vaya a una punta de la ciudad y yo a otra. Charlamos con el taxista mientras en el transistor radian un partido del Chelsea.

Llegamos a la dirección de Bárbara y su landlord le está esperando, nos despedimos y quedamos para el día siguiente fuera como fuera.

Voy camino de mi futura casa durante los próximos meses, está situada en Burkshire View, una buena zona de la ciudad. En unos minutos hemos llegado, 12 libras, aún no me había dado cuenta que aquí todo es caro.

Pensaba que iba a compartir piso con tres españoles pero no, todo lo contrario, no leí bien la información. Con todos los paquetes en la mano llamo a la puerta, un chico inglés, David, me recibe. Me dice que Keith, el casero, no se encuentra, que vendrá mañana y que sin problema me podía instalar ya. Cuando veo la habitación me quedo sorprendido, no es lo que me esperaba. Una cama amplia, una tele con dvd..., pero el armario eran cuatro palos de madera con una barra de hierro, no había perchas y ni una mesa, aquello parecía un zulo.

El resto de la casa genial, recibidor, una sala abajo con televisión, sofá, un montón de películas, nevera, cocina, muy acogedora y amplia. David me da la copia del contrato, las llaves y un mapa de la ciudad, me señala cosas interesantes y tenemos una conversación muy trivial. Le gusta el badminton, estudia en la misma universidad que yo (Trinity and all Saint College), es típico inglés, rubito que se plancha el pelo y poca cosa. Al lado del baño hay otra habitación en la que hay otro compañero, grita al ritmo de una música y no sale a saludar. David sale de marcha y se despide. Entro a la habitación y me doy cuenta de un detalle esencial que cambiará mi vida durante los dos primeros días, no tengo el adaptador para el enchufe. En Inglaterra son de tres clavijas, se me olvidó comprarlo en el aeropuerto y no podré enchufar el portátil. Con la poca batería que me queda doy un toque a mi casa desde el móvil y hablo con mi padre por el msn. Les digo que estoy bien pero no, la casa está bien pero la habitación me parece una mierda.

Salgo a la calle en busca de un adaptador, que ingenuo que soy, como si vendieran en cualquier sitio. Entro en una tienda de las que venden de todo. Le intento explicar mi problema al dependiente pakistaní, dice que me espere y me trae un saco de patatas. Le dije todas las piezas del enchufe, shocking, plug…, pero entendia potatoes, desesperado volví a la casa a encerrarme. Me cambio y bajo a la sala a cenar con la comida que he traido. Escucho un portazo, el inquilino misterioso parece que también se ha ido y me quedo solo. Enciendo la tele y lo más parecido que veo a España es el 50x15, en este caso Carlos Sobera es un señor más entrado en años. Cambio de canal y me empano viendo el golf, es la Ryder Cup, me da igual, pero es que salen Sergio García y Olazabal, ya me entra nostalgia. En un momento de desesperación le mando un mensaje a Bárbara diciéndole lo mal que estaba.

Es sábado por la noche y me voy a dormir antes de las diez, camino de mi habitación veo la puerta entreabierta del chico que no he visto. No aguanto la tentación, enciendo la luz y me asomo, platos de comida, ropa esparcida por el suelo y un olor muy singular.

Ya en la cama, mientras intento conciliar el sueño, durante la noche me despiertan varios grupos de ingleses que vuelven de fiesta, cantanto al compás de la melodía de un móvil o gritando como monos de feria.

Una cosa tenía clara, allí no me podía quedar.

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